Un sesgo para cada credo
Los sesgos funcionan como brújulas torcidas: marcan un norte, aunque no siempre lleven a buen puerto. Sin ellos, navegaríamos en la niebla; con ellos, terminamos convencidos de que la ruta elegida es la única válida. Lo mismo da que el pasaporte sea académico, mercantil, estatal o algorítmico: lo importante es que haya un sello que nos haga sentir seguros.
Tipología exprés de sesgos comunes
- Sesgo académico: creer que solo la formación formal garantiza valor.
- Sesgo mercantil: equiparar calidad con ventas o posicionamiento en rankings.
- Sesgo estatal: pensar que un premio o estímulo oficial otorga legitimidad definitiva.
- Sesgo de tribu: asumir que el aplauso del círculo cercano basta como aval universal.
- Sesgo anárquico: despreciar cualquier institución y romantizar la marginalidad.
- Sesgo algorítmico: medir el valor en “likes” y alcance digital.
La nueva algoritmocracia
Hoy los algoritmos dictan qué aparece y qué desaparece. Antes eran las ventanillas; ahora son los paneles de control. Unos confían en que el Estado legitime, otros en que la estadística de Amazon resuelva, otros en que el “engagement” funcione como canon. El resultado: la visibilidad se confunde con calidad, y el eco digital suplanta a la crítica lenta.
Conclusión provisional: el algoritmo democratiza la visibilidad, no necesariamente el valor.
Prácticas para desinflar sesgos
- Decir desde dónde se habla: academia, mercado, redes, tradición.
- Combinar criterios de oficio con apuestas de riesgo e imaginación.
- Revisar lo que los algoritmos promueven y lo que silencian.
- Abrir espacios donde se escuchen voces distintas, incluso incómodas.
- No convertir premios ni diplomas en dogmas; verlos como indicios, no absolutos.
Cierre con guante de látex
Cada comunidad, cada grupo, cada lector carga con su sesgo preferido. El reto no es arrancarlo, sino reconocerlo y ponerlo a dialogar con otros. La literatura —como cualquier creación humana— gana menos en certezas que en fricciones fértiles. Y si no podemos evitar los sesgos, al menos podemos manejarlos con guantes de látex, evitando que se vuelvan infecciones dogmáticas.
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